Si conceptuamos regular como determinar las reglas o normas a que debe ajustarse alguien o algo en su quehacer profesional estamos presumiendo, "prima facie", que quién aquello pretenda deberá ser conocedor del asunto; o expresado en otros términos: especialista en la materia a ordenar. Básicamente, la Profesión se concibe en función de unas necesidades previas, y es histórico que la atención a la salud se percibe como algo familiar y comunitario, en todo lo posible, y como especializada cuando los procedimientos y métodos utilizados en la familia y comunidad superan a aquellas previsiones, tanto instrumental como materialmente. Diferenciar, al menos, estos dos grandes bloques no resultará muy discutible; seguro que coincideremos.
A partir de esos dos grandes grupos, primaria y especializada, deberán entrar a participar no el "común de los mortales", porque es muy posible que estemos "viciados" por lo que hayamos visto y lo aceptemos como "correcto". De ahí el que llamemos a "personalidades", y cuanto más pulcra y alejadas de ese "común" mejor. Esas personalidades deberán ser conocedores, pero de verdad -no los cuatro listillos que nos ponemos a elucubrar y decimos a esa "prole" lo que quiere oir-.
Entiendo, simplemente por la experiencia de haber trabajado con otros compañeros, que no todos tenemos ni siquiera la misma concepción de la Profesión. Recuerdo a una candidata a Profesora titular de Escuela Universitaria cómo el Tribunal le preguntaba, ¿en qué tanto por ciento entiende usted la atención a un niño como Enfermera y como Pediatra?, la respuesta fue muy sencilla: al cincuenta por ciento. Me quedé pensando, ¿al cincuenta por ciento?, ¿de dónde habrá deducido esa proporción?. Sí, efectivamente, lo es y debe seguir siendo así: la atención, por ejemplo al niño, debe ser en ese cincuenta por ciento; siempre, ¡claro está!, que los dos partan de la misma consideración, quiero decir "especialista". Pero resulta que la Enfermera no tiene esa "acreditación de especialista", aunque lleve cuidando niños más de cinco años; sin embargo, el médico, por el simple hecho de serlo, ya es especialista transcurridos esos cinco años.
INTERESES PERSONALES O SOCIALES.
Hagamos una reflexión al respecto del trabajo especializado: ¿estamos en condiciones de "sacrificarnos" por esa modalidad de trabajo en detrimento de participar en los "concursos" de traslados internos que nos benefician en lo personal?. Este es el primer dilema que debemos plantearnos como Profesión, ya que ello supone "renunciar" a determinados "privilegios" en favor de una actividad más especializada, que redundará en beneficio de la colectividad, lo que en derecho canónico se dice: por el bien común; o en derecho Estatal: el bien público.
Y viene a cuento esta reflexión por cuanto que, a mayor conocimiento de una materia, mayor es la satisfacción personal y social y menor es el coste de los servicios que se prestan; y esta otra consideración no tendrá, tampoco, mucho que discutir -¡esperemos!-. El último caso asistido es el siguiente: varón de 48 años de edad, previamente "diagnosticado" de una Miocardiopatía dilatada, pendiente de trasplante. Llevo siete días -dijo- sin poder dormir en una cama, porque la disnea me lo impide. El "descansar" en una situación de sentado o semisentado es una manifestación de defensa, lo que podríamos considerar como una "sangria blanca"; o dicho en otros términos: el paciente "impide" con esa postura el retorno venoso al corazón, lo que un experto llamaría "pre-carga". Ello nos sugiere que, ante un paciente con esa clínica previa y ese "simple" -por así llamarlo- dato de descansar en esa posición nos sugiere que esa "bomba", su corazón, no está funcionando en las mejors condiciones. Algún "desequilibrio" se ha producido respecto de la medicación pautada.
El plan de actuación es bastante sencillo: una simple revisión del tratamiento nos indicará dónde está la clave para paliar la carencia, el exceso o la falta de "equilibrio". Lo más posible es que nos veamos en la necesidad de recomendar un modificación en aquella medicación orientada a aliviar lo que los entendido denominan "pos-carga", que no es otra cosa que "abrir" esos vasos distales, para favorecer el trabajo de ese corazón "maltrecho". Quizá, también haya que revisar el tipo de diurético que toma, ya que es posible que no fuera el ideal, bien por su mala absorción, bien por no ser el indicado para su aldestoronismo, entre otros motivos. Como también será necesario analizar si toma alguna sustancia "frenadora" de la actividad cardíaca.
En definitiva, de lo que pretendía hablar es de que si se "domina" un tema, esas puntuales revisiones de medicación ya prescrita para el cuadro en cuestión, hubiera impedido que esa persona lleve más de una semana intubada y asistida con ventilación mecánica, con el pronóstico de malo, entre otros motivos por la propia inmovilización del paciente y las consecuentes sobreinfecciones. Y este es un dato a tener en cuenta, en la medida en que el gasto económico de este paciente resulta ilimitado; y ello debido a que no se le atendió en su momento; es decir: como mucho al segundo día de conocer que dormía en un sillón.
Todos somos culpables de ésto, por más que encendamos el ventilador. Lo son los corporativos, médicos, lo es la Administración, porque conoce "el mucho trabajo" que tienen los médicos y no abre el abanico de responsables, que deberán ser Enfermeros especialista. Y es aquí donde debería ver esa "inversión" de I+D de la que tanto se habla, pero de la que no se sabe nunca a quién beneficia. La pérdida, en este caso, es la de una vida; el coste, además, es insoportable.
REGULAR LA PRESCRIPCIÓN ENFERMERA es vital, necesaria. La medicina sóla no puede -ni podrá jamás- con el trabajo que demanda el cuidado a la salud de las personas. Y regular la prescripción no es "pan para todos", hasta ahí podríamos estar de acuerdo, pero, como decimos más arriba, sí que existen procedimientos para que ello mañana resulte ventajoso, satisfactorio en lo humanitario y productivo en términos económicos; y si nos referimos a rentabilidad humana, entonces "no habrá dinero en el mundo" con el que pueda pagarse el buen servicio. La salud no tiene precio; eso es lo que dijimos en su momento, y lo mantenemos hoy, pero también decimos que el coste va en aumento, lo que significa costo, precio, dinero; costo que se está haciendo insoportable.
SÍ a la prescripción; pero antes deberían ponerse los medios adecuados para ello. El ejemplo que hemos expuesto sirve para cualquiera otra de las situaciones que se dan a diario; y a diario se da que un tratamiento en fase aguda debe tener una evaluación permanente, ya que la demanda fisiológica se modifica a medida que evoluciona el cuadro patológico, hacia la mejoría o al éxitus. Y esa evaluación -o valoración- de los parámetros fisiopatológico es lo que hace -o debería hacer- una Enfermera especializada. Rentabilidad social y disminución del coste. ¿Qué otra cosa puede merecer más la pena?.