MARIO CONDE Y EL “SISTEMA”.
Les recomiendo, aunque suene a propaganda, que se hagan del libro de Mario Conde, “De aquí se sale” ¡Ya!, nos dirán que a quién se me ocurre leer; pues se equivocan, porque lee a todos los que me permite el tiempo, ya que intento practicar mi libertad ideológica, que como no la tengo nada clara, ¡a estas alturas de la vida!, me dedica a “espigar”, repito, siempre que el tiempo me lo permite.
¿Qué es eso de “el sistema”? básicamente, bancos y políticos. O lo que es igual, banqueros y poderes del Estado. Cuenta el señor Conde que ello tiene su origen, más o menos, desde el siglo XVI, con el Emperador Carlos I de España.
Ellos, los del sistema, manejan e imponen las políticas fiscales y económicas. Son ellos quienes deciden si hay o no dinero; son ellos los que deciden si nos entrampamos; son ellos quienes deciden, en definitiva, nuestras vidas. Son ellos los que deciden lo bueno y lo malo. O lo malo y lo bueno, porque con frecuencia se invierten los términos, como la alternativa a los tratamientos de tabaquismo, que ahora resulta que “es peor el remedio que la enfermedad”.
¿Y qué tiene que ver todo esto con nuestra Profesión Enfermero? Evidente: el “sistema” que nos afecta a nosotros no está constituido por esos personajes e instituciones, sino por quienes arriban al Sistema Nacional de Salud, hoy constituido por los Servicios de Salud. El “sistema” agobia a nuestra Profesión; es más: la asfixia. Nos dice qué y cómo hemos de trabajar; pero, sin embargo, eso no son capaces de hacerlo con la Profesión Médica.
PROTOCOLOS Y GUÍAS DE PRÁCTICA CLÍNICA Y ASISTENCIAL.
“El sistema” decide qué es y qué no nuestra Profesión. Ellos deciden si allí debe haber un Enfermero, un Técnico o una Auxiliar. Incluso, han ido un poco más lejos: deciden aplicar unos “Protocolos y Guías de Práctica Clínica y Asistencial”, y todo adornado con la siguiente expresión: “en el marco de los principios de la atención integral de salud y para la continuidad asistencial”.
Sin embargo, y a pesar de las medidas recogidas en un Real Decreto Ley, el Gobierno no es capaz de implantar la generalización de la prescripción por principio activo. Y eso que con esa Norma se pretende establecer la prescripción de los medicamentos y de los productos sanitarios por su principio activo o su denominación genérica, respectivamente.
Esta es la “gran diferencia” entre lo que es una Profesión Sanitaria de lo que no lo es, al menos en la práctica. Que le pregunten a una Enfermera, de esas que parten las “pastillas” hasta en cuatro partes para “ahorrar” al sistema. De una pastilla hace “cuatro dosis” ¿Entienden algo? El Médico, por el contrario, prescribe una marca comercial y qué tipo de prótesis indica a un enfermo ¡A ver quién se lo impide! Una Enfermera ahorrando al sistema y otros que campean a sus anchas.
La “libertad de prescripción” impide al Gobierno aplicar una Ley. Y es que, efectivamente, una Ley no es otra cosa que un instrumento con el que el “poder”, o lo que es lo mismos, “el sistema”, intenta ahogar la libre prescripción, que se hace por “marcas” comerciales, que forma un “contra sistema” del “sistema”.
¡Qué se lo digan a una Enfermera, que se pierde en las estanterías con tanta marca comercial de un mismo producto, a pesar de lo dispuesto en la Ley!
¿Se imaginan a un enfermo al que se le prescribe una marca comercial de medicamentos y que “el sistema” le diga que no? Si eso es lo que me ha prescrito el médico, quién es el Gobierno para impedir que pueda tomármelo? Es todo un problema, de lo que son conscientes tanto el médico como el enfermo. El médico prescribe, y “el sistema” sabrá qué hace, pero las consecuencias pueden ser nefastas, ¡tiempo al tiempo!
PUES BIEN, A LA ENFERMERA SE LA ORDENA TODO Y POR TODOS.
La asistencia sanitaria va por los derroteros de la degeneración. Se ha pasado de la Enfermera “responsable” a la Enfermera que “obedece a todos”: médicos, técnicos, auxiliares, celadores, etc. etc. etc. Ya lo vamos a ver y poner un ejemplo que resulta paradigmático: las úlceras por presión.
Es cierto que una persona puede prever unos resultados, sin necesidad de haberlo vivido anticipadamente, pero la experiencia resulta imprescindible. Y tan es así que somos partidarios del criterio de que un médico comienza a actuar como tal a partir de la formación recibida como interno. Nada tiene que ver la “realidad” con aquellos estudios cursados en la Universidad. Allí les impartirán unos determinados principios, pero la medicina comienza a ejercerse una vez que se han realizado los años de formación MIR. Y hasta tal punto ello es así que en Europa se plantean unificar todas las Especialidades Médica con una duración de cinco años.
LA DISTANCIA MÉDICO / ENFERMERA SE ACENTÚA.
¿Cómo es posible que un Médico reciba formación durante seis años de Universidad y cinco de Especialización, mientras que a una Enfermera se la limita a tres/cuatro años? ¿Cómo pueden formar “equipo” una persona con bagaje de once años frente a otra de tres/cuatro años? Es peor aún, porque el Médico recibe una enseñanza polivalente en la misma disciplina, mientras que la Enfermera, con el tiempo, puede llegar a “dominar”, en su caso, una determinada área de aquella disciplina. ¡Mal vamos!.
LA ENFERMERA ESTÁ AHÍ PARA “PAGAR TODOS LOS PLATOS ROTOS DEL SISTEMA”.
Y peor nos lo pintan con la definición que se dió en su día sobre las competencias de la Profesión Enfermero. Decir en la Ley, como se dice, que es competencia del Enfermero la dirección, evaluación y prestación de los cuidados es todo un canto de sirena; porque nada se dice respecto a la verdadera esencia del ejercicio de la Profesión.
¿Qué cuidados “dirige” la Enfermera? ¡Ya se lo decimos!: cumplir estricta, escrupulosa y puntualmente TODO LO QUE LE DIGA UN MÉDICO, el que sea, ¡da igual!. No importa que fuera, incluso, residente ¿Qué cuidados dirige una Enfermera?
Todos los sabemos: cuando algo no ha salido según la “voluntad de alguien”, ahí está la Enfermera, para increparla por todos y por todo.
¿Se puede hablar de calidad o de esa otra patochada de “excelencia” cuando una Enfermera sigue puntualmente las instrucciones de otras?
¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN? SIMPLE: QUE LA ENFERMERA ASUMA TODA LA AUTORIDAD.
Nos dicen que el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla participará en el “Proyecto de Implantación de Guías de Buenas Prácticas en Centros Comprometidos con la Excelencia en Cuidados”. Al parecer ha sido escogido, entre otros, para ese proyecto, que es una iniciativa del Centro Colaborador Español 'Joanna Briggs Institute' (JBI), Investén-Instituto de Salud Carlos III y la RNAO (Registered Nurses' Association of Ontario).
Y pretenden, con ello, fomentar, facilitar y apoyar la implantación, evaluación y mantenimiento de buenas prácticas en cuidados enfermeros, basándose en las Guías de Buenas Prácticas de la Asociación canadiense.
Tres de esas “Guías” lo serán para trabajar en la “Prevención de las caídas y lesiones derivadas de las caídas en personas mayores', 'Valoración y manejo del dolor' y 'Salud en el lugar de trabajo y bienestar de los profesionales sanitarios”. Otros marean permanentemente la perdiz con esa otra “guía” o “protocolo” que dicen tiene como objetivo proporcionar una orientación sobre las pautas a seguir por los profesionales de enfermería, en la valoración e identificación de problemas en aquellos pacientes susceptibles de desarrollar o presentar úlceras por presión, con el fin de prevenirlas o, en su caso, aplicar los cuidados enfermeros más adecuados y eficaces para cada individuo, que, ¡por cierto!, ya fue publicada por el Insalud en el año 1.996.
PREVENCIÓN DE LAS CAIDAS Y LESIONES DERIVADAS DE LAS CAÍDAS EN PERSONAS MAYORES.
¿Esto qué es? Mientras no se demuestre lo contrario tiene que corresponderse, bien con voluntad de “autolesionarse”, bien por bajo gasto cardíaco, bien por trastorno mental degenerativo. Otras situaciones podríamos calificarlas de menores o accidentales.
¿Y cómo se trata el asunto? Pues dependerá del motivo, del origen. Esto es lo que debe conocer la Enfermera para impedir esas “caídas” y sus consecuencias, las heridas.
VALORACIÓN Y MANEJO DEL DOLOR
Lo primero, ¡desde luego!, no es “valorar” el dolor, puesto que es subjetivo. Será, en su caso, la incidencia de ese “dolor” en la persona que dice padecerlo. Los conceptos, cuando se escriben, deben ser exquisitos, y en este caso, ese principio de exquisitez, no se cumple. Lo que habrá que saberse es el origen del dolor, porque el dolor no es otra cosa que una manifestación de un problema; una irritación producida en un órgano o apartado, con manifestación generalizada. El dolor es una lesión tisular –o que se expresa como si existiera-. Se traduce en un “cambio” en la morfología o estructura de ese de esa parte del cuerpo.
El dolor, ¡desde luego!, no es una enfermedad en sí misma, sino una alteración de la función o fisiología de órganos, aparatos y sistemas, que trastorna la salud, incluso pueden llegar a provocar una enfermedad como tal consecuencia.
¡Pues claro que lo primero no es valorar el dolor! Lo prudente será localizar, si es que existe, esa lesión tisular. Somos conscientes que existen personas que tomas analgésicos por sistema, “voy a tomarme una pastilla, que tengo dolor de …” Pero desde bien temprana edad. Obviamente, ha tenido que transcurrir un tiempo, el suficiente para evidenciar que no existía tal “lesión tisular”, sino un “hábito adquirido”, copiando de comportamientos familiares.
ÚLCERAS POR PRESIÓN.
Esta es otra de esas cosas que llaman “guiás” de práctica clínica asistencial. Genéricamente, ¿qué es una úlcera por presión? Otra vez tenemos que recurrir a la experiencia.
Hemos visto y vivido que los familiares directos de personal sanitario no padece ese tipo de úlceras, las producidas como consecuencias de la presión que se ejerce sobre determinadas zonas; y la respuesta es bien sencilla: reciben una higiene propia a su situación.
No voy a ser yo quien define lo que ya está escrito por otros, pero no nos bajamos un ápice de lo expuesto anteriormente. La solución a ese tipo de úlceras es palmario: intensificar la higiene y la movilización de las personas sin posibilidad de automoción, en su concepto por la RALE: “acultad o condición de lo que se mueve por sí mismo”.
Dicen algunos textos que “la Úlcera por Presión puede definirse como cualquier área de daño en la piel y tejido subyacente causado por la presión prolongada sobre un plano duro, no necesariamente intensa, e independiente de la posición”. Dicen que se desecha en la actualidad el término úlcera por decúbito por no hacer referencia a la presión, factor determinante en su aparición, y por excluir a la que no han aparecido en decúbito ¿Qué es, sino, el decúbito?, es una determinada posición: supino, lateral y prono. Nuevamente jugamos con el concepto.
Pero es que, para colmo, se reconoce que es un problema común en el cuidado de los pacientes con enfermedades crónicas, sobre todo en ancianos con movilidad; y lo más importante: es que el 95% de esas úlcera son evitables y por ello es prioritaria la prevención basada fundamentalmente en métodos que cuantifican factores de riesgo y que ayudan a predecir la afectación de los tejidos.
Dicho en “roman paladino”: higiene y movilidad ¿Existe en cualquier institución sanitaria personal auxiliar de Enfermería suficiente para ello? Entendemos que sí. Luego, ¿por qué aparecen? La respuesta la contesta cualquiera: falta de higiene y movilidad.
VOLVEMOS A LO ANTERIOR: ¿CUÁL ES LA SOLUCIÓN? SIMPLE: QUE LA ENFERMERA ASUMA TODA LA AUTORIDAD.
El problema es “el sistema”. Sí, ese sistema concebido por quienes conforman y constituyen “el sistema” del que hablamos al principio: un entramado de personajes que prefieren que todo siga igual.
Y para eso utilizan al instrumento “Ley”, que está escrita en términos que no pueda ser posible que exista responsabilidad directa, sino que paguemos todos, porque las consecuencias, antes las demandas que se produzcan, las tenemos que pagar, a fin de cuentas, vía impuestos: directos, indirectos o mediante contribuciones especiales o tasas, ¡qué más da!
La Enfermera “supervisora” es esa, la escogida por “el sistema” para perpetuar “el sistema”. La “ley” les da cobertura, ya que se preocuparon de establecer ese sistema de provisión que denominan de “libre designación”, que permite “al sistema” el poder de discriminar frente a los méritos y capacidad, incluso violan ese otro principio, también constitucional, como el de la publicidad para el puesto.