A fuerza de repetirlo va a resultar cierto que la forma de trabajar de los Profesionales Sanitarios se denomina "protocolo", cuando la locución ya estaba inventada académica y profesionalmente: MÉTODO.
PROTOCOLO: secuencia detallada de un proceso de actuación científica o técnica; y MÉTODO: modo de obrar o proceder, hábito o costumbre que cada uno tiene y observa. Estas dos son las definiciones que podemos encontrar en el DRAEL. Está claro que, de las dos, nos quedamos con la segunda: MÉTODO: MODO DE OBRAR O PROCEDER, HÁBITO O COSTUMBRE QUE CADA UNO TIENE Y OBSERVA, que traducido a la realidad Profesional se trata de uso, comportamiento ético, origen del proceder Deontológico, escrito y suscrito como Código Deontológico, que es el que tiene que darse, y se dá, cada Profesión.
Por ejemplo: la medicina tiene por sistema escribir "DIAGNÓSTICO", cuando, en realidad, de lo que se trata es de una opinión sobre un proceso. Y resulta aún más criticable la expresión de "diagnóstico" cuando bajo ese rótulo de diagnóstico se escriben una serie de situaciones tanto subjetivas como objetivas. En todos los casos, lo prudente sería que conjugando las descripciones del enfermo y las evidencias, con esos datos, se llegara a un "juicio", dando entrada, en su caso, a una nueva expresión más acorde con la realidad, que nunca podrá ser única; es decir: la resolución de lo manifestado y lo evidenciado son dos grupos de elementos, para determinar, a partir de esos datos, con unas recomendaciones; o dicho de otra forma: aconsejar una serie de medidas en orden a corregir las deficiencias o los excesos originadores de la consulta formulada. Y esa expresión podrá ser cualquiera, menos la de "diagnóstico", porque lo que se ha hecho es una valoración de todos los datos sumistrados, que nunca será unifactorial, sino multifactorial.
Y viene a colación lo anterior porque "protocolo" no puede ser nunca la forma de actuar, no se trata de levantar un acta o escritura sobre unos hechos; es, precisamente, todo lo contrario: un método de hacer que siempre será considerado mínimo respecto de las necesidades que se nos presenten profesionalmente.
Así, para atender sanitariamente a alguien, lo primero que deberíamos saber de esa persona son sus "antecedentes", pero no patológicos, sino sociales; comportamientos y actitudes en su quehacer diario: forma de vida y costumbres, hábitos, así como cualquier otra circunstancias que nos ilustre sobre sus posibles consecuencias (no obstante, hemos de advertir del respeto debido a su intimidad y dignidad). Y esto no nos puede llamar la atención por novedoso, en la medida en que siempre que se nos informa de alguna persona centenaria, lo primero que suele preguntarse es qué estilo y hábitos de vida ha llevado y cuáles han sido sus costumbres, ¿o no?. Luego, resultará bastante ilustrativo saber ante qué personas nos encontramos.
Pero no por ello estamos asegurando que no se pregunte qué o cuáles han sido los problemas patológicos que se han padecido, sufrido o tratados; es decir, nos debe interesar todo aquello que esté ya enjuiciado y para lo cual sigue -o no- unas determinadas pautas, bien de estilo o hábitos de vida, bien de alimentación, bien de medicamentos o tratamiento a corto, medio y largo plazo.
Es decir, que estamos de acuerdo con la aplicación de un PROCESO, ¡no podía ser de otra manera!, nunca de un protocolo, como también es cierto que discrepamos de los "formularios" alusivos a lo que hoy se entiende como "antecedentes personales", que están referidos a una serie de situaciones padecidas y que, teóricamente, han sido constatadas, para las cuales ya se han sugeridos medidas. Estos antecedentes no son otra cosa que situaciones que se sufren y padecen, las cuales, en la inmensa mayoría de los casos, precisamente por no seguirse las pautas indicadas, se reactivan y son motivos de reingresos hospitalarios imnecesarios.
Sí al método científico; no a los protocolos. Sí a los antecedentes sociales; no a los actuales antecedentes personales. Sí al Juicio clínico; no al diagnóstico.