martes, 1 de abril de 2008

EL AUTOCUIDADO Y LA INTERVENCIÓN AJENA.

Si las personas supieran cuidarse por sí solas o con la simple ayuda de alguien, los hospitales estarían vacios. ¡Bueno!, vacíos es una simple expresión, ya que se producen situaciones en las que resulta forzoso la intervención de un tercero, sobre todo por el "dominio" de la técnica.
No obstante lo anterior, debemos recordar que el organismo tiene bastantes formas de salir "airoso" de la mayoría de las situaciones, incluso con resultados más favorables que cuando se interviene técnicamente.
Hemos visto como una persona, estando en un restaurante, y antes de comenzar con el Almuerzo, se ha hecho su determinación de Glucemia y, acto seguido, ha comentado con su pareja la dosis de Insulina a administrar; hechas estas operaciones, deciden lo que iban a comer, ¡y tan tranquilos!. No; no eran ni Enfermer@s ni médic@s, damos fe de ello. Si esto que hemos presenciado se diera con la frecuencia que debiera, no se producirían los "cuadros" de hiper o hipoglucemia que observamos en los hospitales, por ejemplo, lo que ahorraría cientos de millones. En los hospitales, cuando llegan cuadros de este tipo, no solemos actuar como lo haría cualquier ciudadano mmedio; vamos más allá, y esto lo entiendo como un exceso profesional. Un cuadro de descompensación en el parámetro Glucosa en sangre, por ejemplo, no debería ser tratado como lo hacemos en los hospitales. Abogo por la no intervención profesional en la forma tan desmesurada que se hace. Y como este cientos de ejemplos.
Viene a colación lo anterior porque la realidad de autocuidado que hemos vivido, en contraste con la intervención desmesurada de un profesional, se nos antoja mucho más correcta; nos inclinamos por la actuación particular, tan cuidadosa como meticulosa. Sin embargo, en el medio hospitalario la intervención profesional es bastante más agresiva con el supuesto estado de, sobre todo, hiperglucemia. Esa cifra de Glucemia elevada, que se ha producido, en más del noventa por ciento de los casos, de forma y manera paulativa, en el tiempo, no puede ser corregida tan agresivamente en el hospital, por más que se empeñen "los expertos". Es una intervención impropia de recuperación, de vuelta a la normalidad de un diabético.
En la Ley de Garantía y Uso racional del medicamento y producto sanitario se establecen dos tipos de situaciones: una, la de aquellos productos que precisan de prescripción médica; en la segunda se prevén aquellos supuestos donde no es preceptiva. Dice así la disposición:
"La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios podrá calificar como medicamentos no sujetos a prescripción médica aquéllos que vayan destinados a procesos o condiciones que no necesiten un diagnóstico preciso y cuyos datos de evaluación toxicológica, clínica o de su utilización y vía de administración no exijan prescripción médica, de modo que dichos medicamentos puedan ser utilizados para autocuidado de la salud, mediante su dispensación en la oficina de farmacia por un farmacéutico, que informará, aconsejará e instruirá sobre su correcta utilización".
Y reproducimos esta regla de la Ley por cuanto que todo lo que se refiera al cuidado de la salud de las personas debería ser de libre dispensación; sin intervención de nadie, salvo que se reclamara su participación. Y decimos "participación" por cuanto la primera persona interesada en recuperar la salud es el propio interesado, por encima de milongas y tecnicismos". Sólo cuando se demande esa participación es cuando se debería intervenir profesionalmente. Son miles de actuaciones diarias donde el ciudadano decide sobre su futuro, sin más intervención que sus propias convicciones; ese instinto de "supervivencia" que nos induce a realizar aquello que más nos interesa en cada momento.
El profesional debe mantenerse a la expectativa, y solo actuar cuando se le demande; y será, entonces, cuando proceda a la información de cómo y de qué manera va a actuar. Y este consentimiento no es otra cosa que la autorización para intervenir en la esfera personal del que demande la participación del "profesional"; no antes. Pues bien, si este es el derecho de las personas, por qué se precisa de una prescripción de otro si la misma no es demanda. Sí; no es demanda, es, simplemente, impuesta.
El asunto es que todos queremos opinar y actuar sobre la vida ajena; siempre estamos dando consejos sobre lo que es bueno y malo, ¡como si todo el mundo tuviera las mismas inquietudes y necesidades que el emisor!.
En definitiva, que la Ley de garantía y uso racional del medicamento, en cuanto a la exclusividad de la prescripción, se ha pasado en la restricción, puesto que lo que debería hacer la ley es dictar las reglas de cuando un producto reune esas mínimas garantías, y, luego, el ciudadano, por su cuenta y riesgo, optar por la medicación o producto que más le interese a sus necesidades. Y esto que escribimos no es otra cosa que lo que vemos todos los días, sólo que al ciudadano medio se le hurta toda esa información. Y cuando se produce, lo hacemos en unos términos tan ininteligibles que no nos manda a hacer puñetas porque no está en condiciones de hacerlo.
En definitiva, que la Ley del Medicamento ha ido mucho más allá de lo que se esperaba en un Estado de Derecho donde corresponde al ciudadano decidir sobre su futuro y sobre su cuidado, y, en su caso, se le impide decidir quién le tiene que tratar. Todos los demás, y en particular aquellos que se han "autoarrogado" la prescripción de lo que es bueno y de lo que es malo, no es otra cosa que un exceso de intervención pública en la esfera privada.
Si el ciudadano pudiera ELEGIR LIBREMENTE qué profesional prefiere para la consulta de sus problemas de salud, más de una sorpresa nos darían, puesto que, por ejemplo, en Estados Unidos, cuando se realizó una encuesta de este tipo, los últimos profesionales elegidos fueron los médicos. ¡Pero!, aquí, en España, la medicina se ha oficializado tanto que, incluso, demandan ser CONSIDERADOS AUTORIDAD PÚBLICA, ¡QUÉ BARBARIDAD!. Autoridad pública. Esto significa que tendremos que estar pidiendo permiso para comer, beber, respirar, miccionar, defecar, y no se cuantos otros infinitivos más. ¡A DÓNDE VAMOS A LLEGAR!.